Acerca de los comportamientos para la elevación a Dios
El camino del peregrino
Para elevar a Dios nuestra forma de sentir, pensar, hablar y obrar, tenemos que hacernos conscientes de que Dios quiere lo mejor para nosotros y de que Él es el que escucha en nosotros.
Si hemos sentido, pensado, hablado o actuado de forma humana, llevemos nuestros comportamientos humanos a Dios y pidamos perdón al Espíritu de nuestro Padre que habita en nosotros. Dios que nos ama, nos perdonará y nos avisará y exhortará siempre que queramos volver a caer en iguales o parecidas secuencias de sentimientos, pensamientos o palabras.
Debido a que estaremos cada vez más alerta, conseguiremos cada vez mejor elevar a Dios a tiempo nuestra forma de sentir, pensar, hablar y obrar.
Habla sólo cuando se te pregunte, ni demasiado ni demasiado poco. La medida está en ti. O habla cuando sea importante para tu prójimo, cuando puedas darle dones de la vida, porque hemos de hablar sólo cuando se nos pregunte o cuando sea esencial, es decir, conforme a los Diez Mandamientos.
Todo es energía. Nuestra alma está formada por energía cósmica. También nuestro cuerpo físico está traspasado por energía cósmica. Con esta valiosa fuerza de vida hemos de proceder con cuidado, no hemos de desperdiciarla.
Hemos de dar a nuestro prójimo del tesoro de nuestro interior, de las leyes de vida interna. Los extractos de ellas son los Diez Mandamientos. Si damos del manantial más elevado, de la ley de la vida, estamos dando dones de la vida interna que tienen un valor inestimable.
Estos dones divinos son entonces, activos en nuestras palabras y actos. Tan sólo podemos tomar y dar de la riqueza de la vida interna cuando primeramente hemos extraído el tesoro del interior mediante realización y cumplimiento de las Leyes Divinas.
No preguntes por curiosidad. Si es posible, no preguntes en absoluto pues lo que hayas de oír y saber, te lo hará llegar Aquél que habita en ti.