Muchas religiones ha habido y hay en el mundo que nos hablan de un Dios único y todas y cada una de ellas, han tenido como origen la misma Verdad que fue traída al mundo por el mismo Espíritu-Luz.
Este Espíritu no ha sido otro que el Mesías de este mundo, el enviado Divino que quiso asumir por Amor, la enorme tarea de tutelar el planeta Tierra casi desde los comienzos de su evolución. Muchos han sido sus esfuerzos en sucesivas encarnaciones en el Plano Terrestre para mantener encendida la lámpara de la Verdad, acosada por la oscuridad, la ignorancia y el atraso de una humanidad que pugnaba por encontrar el rumbo de la luz en las sucesivas civilizaciones que surgieron a lo largo de su evolución. Se llamó Juno y Numú en la era Lemur; Anfión y Antulio en la época Atlante; Abel, Krishna, Moisés, Buda y Jesús de Nazareth en nuestra más reciente civilización.
Todas estas vidas del Cristo Mesías de este mundo, se han caracterizado por una entrega absoluta al servicio de la humanidad, buscando elevarla por encima de los odios, los egoísmos y las debilidades humanas y llevarla hacia un remanso de armonía, dicha y Paz.
Las religiones actuales no son sino una sombra de esta única Verdad que fue sembrada por el Espíritu-Luz, que fue deformada por la ignorancia y la ambición humana, conduciéndola al más radical de los separatismos y desvirtuando su original mensaje, siempre de Unidad y Hermandad, pues TODOS los seres de la Creación han sido, son y serán siempre Hijos del Gran Uno, la Gran Conciencia Divina que alienta en todo cuanto existe y cuya Esencia está constituida del más puro e indestructible AMOR.
Hora es de que en este final de Era, en que la humanidad de la Tierra quiere alcanzar su mayoría de Edad, se dejen atrás los errores del pasado para formar una única causa común, en la que sólo la Verdad pura y sencilla se eleve por encima de toda división; siendo el desinterés, el bien y el más puro Amor los que imperen en los corazones de todos los hombres.