Si queréis, os podré llevar de la mano hacia la belleza y, si así lo deseáis, abriré vuestros ojos cada vez que la olvidéis.
A menudo la belleza pasa inadvertida y se pierde entre el polvo de la percepción superficial y descuidada que acompaña la vida cotidiana. Sin embargo, sobre este plano más externo de la existencia, el Sublime Artista manifiesta la maravilla de su continua creación… pero es necesario saber descubrirla.
Con frecuencia, los hombres no están capacitados para poder captar la belleza en todas las perfecciones de su extensión, porque la interpretan de acuerdo con los estados de ánimo y las emociones inestables y volubles de esos sentimientos. La verdadera belleza es algo que va más allá de su habitual definición. Es una cualidad que procede del mundo de la luz y no puede ser percibida con los sentidos comunes ya que éstos se hallan dominados por la percepción ordinaria de las cosas. Por lo tanto, no se trata de algo subjetivo, tal y como se empeñan en creer la mayoría de los seres humanos, al no ser el significado personal y temporal de los gustos individuales. Va mucho más allá de la forma, porque es la expresión de la grandeza divina que se manifiesta en el amor. Es algo que el alma humana tan sólo consigue captar durante unos breves instantes porque se pierde en la intuición de la amplitud en que la belleza se expresa en el eterno presente de la creación.
Así es como "El Sublime" nos ha proporcionado el don de la "Forma" a través de la cual se habitúan nuestros sentidos. Esa belleza es una consecuencia espontánea del amor.
Cuando tu mirada se encuentra sorprendida sobre un paisaje, sobre un sonriente rostro o cuando se posa sobre unos ojos que te dejan adivinar la belleza del alma, y sientes esa emoción especial que embelesa tus sentidos…, deja actuar tus emociones, pues ello puede transportarte al mundo de la luz a través de unos estados de conciencia desconocidos y de una emoción convertida en plegaria.