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El hombre es un cuerpo energético en vibración. Cada minuto le llegan miles de rayos que, o bien le mantienen sano o le pueden perjudicar, depende de cómo se comporta el hombre en su vida de cada día y, sobre todo, de cómo se programa por la mañana, poco después de despertarse.
Podemos figurarnos a cada hombre como un planeta que, con sus energías elevadas, irradia hacia sus planetas circundantes, es decir, a los otros hombres. Por la mañana, el planeta “hombre” entra en su órbita, aquí depende de qué órbita elija. En cuanto se despierta y sus sentidos empiezan a ser activos, miles de rayos penetran en él, porque su mundo de sensaciones les atrae enseguida. El hombre que ignora esto se deja conducir inconscientemente por estos rayos. El que sabe acerca de ello aprovecha estas influencias cósmicas ordenándolas enseguida y programando ciertos rayos que, entonces, le conducen y guían durante todo el día de acuerdo con su programación.
Voy a comenzar por un hombre que deja sin control los rayos vivificantes o las irradiaciones que llegan contrarias a la Ley Divina.
El hombre ignorante que sólo se identifica con este mundo, se despierta por la mañana con pereza y desgana, su alegría de vivir se limita sólo a lo material, todo lo demás, lo puramente divino y espiritual, está fuera de su forma de pensar y actuar. Esta persona representa ser un recipiente en el que penetran toda clase de rayos. Ya de mañana, cuando se despierta, percibe primero su propio fluido, los hombres que le rodean, las impresiones del momento, la hora y cómo se encuentra físicamente.
El hombre mundano se ocupa enseguida de sí mismo y de las cosas de cada día. En el mismo instante en que se ocupa de sus problemas pasados, presentes y futuros, libera unas fuerzas que todavía no actúan sobre él. Se trata, sobre todo, de energías que ya le rodean y que sólo esperan ser atraídas para volverse activas. En parte, son vibraciones que ya se encuentran en el aura del hombre mundano y que, al pensar en ello, son llevadas a una vibración incrementada. Pero el hombre orientado hacia afuera, frecuentemente no sólo atrae su propio fluido, que se encuentra en su aura, sino también las vibraciones de otras personas en las que piensa por la mañana y cuyos problemas se encuentran relacionados con los suyos. De este modo, ya se programa para el día que comienza y, a menudo también, para los días y semanas siguientes.
El mundo está más cargado de irradiaciones negativas que positivas. Aquéllas sólo esperan poder influir y manejar al hombre. También los rayos positivos esperan ser atraídos para poder actuar. Éstos, sin embargo, son armonizados y reconfortantes.
Estas frecuencias elevadas sólo pueden ser atraídas y utilizadas provechosamente por hombres de alta vibración espiritual. Precisamente, en la madrugada, entre las cuatro y las siete, estos rayos espirituales son muy activos y quieren ayudar aliviando y sanando. Estos rayos, llamados también “Fuerzas Etéreas”, se forman entre las diez de la noche y las cuatro de la madrugada, cuando descansan los sentidos humanos. También durante el día, son activas esas Fuerzas o Rayos Etéreos. Sin embargo, no se vuelven completamente eficaces en el hombre porque sus cinco sentidos están controlados y orientados hacia afuera. Estas Fuerzas Etéreas frecuentemente no llegan a ser útiles al hombre ya que éste no las incluye. El hombre espiritualmente instruido aprovecha ya por la mañana esas fuerzas curativas. El hombre mundano, por el contrario, bloquea esas Fuerzas Etéreas espirituales que quieren ayudarle, ya que sus pensamientos sólo están relacionados con el mundo.
Tenemos que figurarnos cada sistema solar del infinito como una batería, que en ciclos determinados es conectada a una elevada fuente de energía. Correspondientemente, recibe también la Tierra, de forma incrementada, las energías vitales procedentes de la Fuerza Primaria.
Cuando un continente queda oculto al Sol y la humanidad descansa, estas Fuerzas Etéreas se vuelven eficaces. El fluir de las energías espirituales se produce constantemente, pero no siempre pueden ser eficaces porque el planeta “hombre”, que no se orienta hacia ellas con sus pensamientos, palabras y actos, no es capaz de acogerlas.
Cada Fuerza consta de determinadas clases de átomos espirituales que, en sí, son perfectos. Algunas de estas elevadas Fuerzas, puramente cósmicas, son degradadas por el comportamiento de la humanidad contraria a la Ley Divina.
El hombre puede invocar, dentro y fuera de su cuerpo, tanto las fuerzas positivas espirituales como las negativas mundanas. Con esto, pone en vibración determinadas clases de átomos. Estas vibraciones penetran a través del aura del hombre en su interior, o bien se encuentran ya en su ánimo y producen en su interior las correspondientes resonancias.
Las vibraciones contrarias a la Ley Divina significan una carga para el hombre, mientras que las positivas, estimulan y regalan paz y salud al hombre que tiene una actitud positiva.