Así como la Fe se agranda y crece en el espíritu, así crece el conocimiento. Y en ese conocimiento de la sabiduría de Dios nos vamos integrando en Él, aunándonos con su pensar y sentir, materializándonos como en un aspecto de su propia vida que se manifiesta en nosotros de variadas formas, como un hijo que ama, siente, piensa y razona para poder llegar a Él.
Ese es el camino del progreso y la evolución. Ese es el camino que llama a tu puerta, para que la abras y te vayas encontrando a ti mismo como esa chispa divina que está en Dios y en ti a la vez.
Todo es maravilloso y sublime. Todo es expresión de la perfección suprema que llamamos Dios. Dios… como un conjunto de energías eternas que fluyen incansablemente desde todas las partes del Universo, pues Dios está en todo y el todo está en Él. Todo forma parte de ese grandioso espectáculo de la Creación, que es, vive y alienta, porque así el Padre lo pudo mandar por ese su impulso divino que se llama "AMOR".
El AMOR es la energía vital del Universo. El AMOR es la esencia primaria que todo lo compone, porque es lo único que es primordial, pues sin el amor nada existiría; al fin y al cabo, todo ha sido creado por emanación del AMOR de Dios.
Dios es el principio y el fin. Dios es la luz que ilumina nuestras conciencias llamándonos para que nos acerquemos hasta Él para alcanzar la dicha que buscamos y que, hasta que no lleguemos a Él plenamente, no alcanzaremos. Todo es esencia de su Esencia y, como esencia de su vida misma, tiene ese anhelo de pureza y perfección, y sobre todo, de sentir amor, de amarse y sentirse amado. Y eso sólo lo logra plenamente cuando se une a Aquel que le creó, cuando se une a ese Universo, que es aliento del mismo Ser, y que le arropa como una madre amantísima que le dice: "¡Hijo, ven a mí, que yo te protejo y te quiero con indecible amor!".
Así es el alma para con Dios, un hijo que se sabe inmensamente querido por su Padre y que quiere llegar a Él, pues en Él se siente seguro, pleno, libre y lleno de un inmenso amor que le vivifica, le da energía, le da vida, energía y eterna felicidad. Sólo cuando el hombre comprenda que es parte de Dios y que vive, respira y se alimenta de Él, es cuando el hombre se comprenderá a sí mismo y será dichoso y feliz, pues comprenderá que lo tiene todo y que nada le falta, ya que todo lo que necesita el Padre se lo da. Y verá esta vida como una sucesión de pruebas o aconteceres que no hará sino afirmar cuál es su destino, cuál es la razón de su existencia, y que sólo poniendo su mirada en Él distinguirá lo que es útil de lo inútil, lo que es provechoso de lo que no lo es, lo que le ensalza en el camino de lo que le retrasa, lo que le da luz de lo que le da oscuridad.
Todo en la vida es armonía y enseñanza constante para el espíritu. Sólo la predisposición de éste para comprender lo que le rodea hace que le sea más o menos provechoso en su camino hacia Dios, hacia Aquel que le dio la vida, la luz para comprender que todos somos parte de su Creación Eterna y, como parte de ella, creceremos, avanzaremos, evolucionaremos hasta llegar a ser amor de su Amor, pensamiento de su Pensamiento, energía de su Energía, como dos gotas de agua que son una en sí misma, pero dos en su propia existencia eterna e imperecedera.