Los Débiles se Fortalecerán en
Mí
Claves Espirituales
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Cristo dice: “Los débiles se fortalecerán en Mí. Yo soy la gloria en el Padre”.
¿Qué ocurre si nos apoyamos en esta frase y decimos: "Entonces, sigamos siendo débiles"?.
En la debilidad está la fuerza. En el momento que sea, aparecerá la fuerza. Aunque sigamos siendo pasivos, aunque continuemos dejando pasar los días, la fuerza aparecerá, pero, en este caso, a través de sufrimiento, a través de enfermedad, a través de necesidades, a través de expiación.
En algún momento, aunque sea después de varias encarnaciones, o en los reinos de las almas, descubriremos que tenemos que pasar por el camino del arrepentimiento, del pedir perdón, del perdonar, y que ya no hemos de hacer lo que de humano hayamos reconocido. No podemos pasar por alto nuestras debilidades para que la fuerza despierte en la debilidad. Si miramos las debilidades y purificamos lo humano, lo débil, la fuerza nos irradia la Luz del Señor.
Con el sólo esperar a que llegue la fuerza, no alcanzamos la fuerza. Tenemos que reconocernos pues si no reconocemos nuestros errores, los haremos una y otra vez. Tenemos que reconocerlos, recorrer el camino de la purificación y no volver a hacer los errores. Entonces, despierta la fuerza, en último término el Espíritu de Dios en nosotros, y con Él llegamos a la Gloria del Padre donde está Él, Cristo.
Y en el camino a Dios… ¡Esto no es difícil!. Difícil resulta sólo cuando no creemos en Dios, nuestro Padre, ni en Cristo, nuestro Redentor, cuando no confiamos en Dios. Difícil resulta sólo cuando no queremos aceptar ni acoger a nuestro prójimo, pues solamente a través de nuestro prójimo, llegamos a Dios, porque nuestro prójimo pertenece a la gran Unidad de Dios. También animales, plantas, minerales y astros están en la gran Unidad de Dios. No podemos dejar aparte ni una chispita de la vida y decir “Voy solo a Dios”.
A través del hombre y del animal o de la planta que menospreciamos, tenemos que llegar a Dios. Volverse puro significa desarrollar nuestra herencia eterna, la cual contiene las fuerzas de todas las formas del Ser en la totalidad del Universo. Nada podemos, por tanto, excluir de nuestro corazón pues, de otro modo, no desarrollaremos nuestra herencia celestial.
Todo lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos, tiene importancia, pues cada pensamiento, cada sensación, cada sentimiento es una legitimidad, bien en la Ley Divina o en la Ley Causal, la Ley de Siembra y Cosecha en el concepto general. En la Ley de Siembra y Cosecha estamos registrados con las cargas de nuestra alma. Cada uno de nosotros es una Ley personal en la Ley Causal. Nuestra “Ley personal” es el “yo humano” en todas sus variaciones. Este “yo humano” tiene que ser demostrado, es decir, trasformado, para que lleguemos a la Ley impersonal, Dios.