El Ángel de la Luz es portador de la belleza del alma. Él siempre se dirige a ella como lo más importante dentro de nosotros, dándonos a entender que debemos sacar de ella todo lo hermoso que llevamos. Lo que no es bello, quedará disuelto.
El alma es como el cristal. Está unida a Dios por el hilo de la vida y de la muerte. Va sembrando por el Cielo y por la Tierra y evolucionando con la sed de su cansancio. Velad para siempre vuestra alma; dormiros en los días más activos. Repartid, en silencio, vuestro amor sin pensar que el rechazo es el olvido.
Almas que vagáis errantes sin saber qué grande es vuestro sitio, ¡Abrid los ojos al mundo!, que él os conducirá de la mano a sitios y lugares que llenaron vuestra vida de numerosos encantos. ¡No durmáis el sueño del vacío, donde no hay respuesta! ¡Sed cumplidores de los dones más hermosos que os van dando, donde el aire respira los colores del cielo que se esparcen en fulgores con pinceladas de oro, y vuestra creación será eterna porque eterno es ya lo creado!
¡Brillad de lejos con luz cegadora!.
Que digan aquellos que os miran: "El alma va delante portando sus delicias".
Que os reconozcan por las obras acabadas donde el amor y la ternura sean lo primero.
Que el viajero que os ha pedido ayuda reciba la mano siempre amiga. No desoigáis nunca a los que sufren, porque ellos serán muy protegidos. Se santificarán por sus angustias, recibiendo el consuelo que necesitan en los momentos peores de sus vidas.
Almas que meditáis profundamente: ¡llegad hasta el Ser de Luz más elevado, que hallaréis la respuesta a tantas cosas de la mano del que todo lo ha creado!