¡Pueblos del mundo!, ¡Ciudades del mundo!
¡Atended a esta llamada genial!
¡Cristo nuestro Mesías
al mundo ha podido bajar!
Viene a traeros su excelsa melodía
de nuevo, una vez más,
por ello os digo: ¡Atended, atended a porfía
porque llega Su Majestad!
Hombres del mundo
que no comprendisteis su enseñanza genial,
que fuisteis por un camino errabundo
porque esa fue vuestra voluntad.
No diréis nunca que Él no os enseñó
el camino que habíais de andar,
que era por demás hermoso,
supremo en majestad.
Ejemplaridad maravillosa
que al mundo Cristo pudo dejar.
Ejemplaridad primorosa
que no ha habido en este mundo otra igual.
Luego hermanos míos
¡Venid a la llamada de Cristo
porque esta es
vuestra última oportunidad!
Muchas han sido las oportunidades
que a este mundo se han podido el dar.
Muchas han sido las realidades
que Cristo ya pudo mostrar.
Muchas han sido las sangres vertidas
por la salvación de esta humanidad,
y hora es de que se vean cumplidas
las profecías de tantos tiempos de atrás.
Milenio que ha vencido
y una nueva Era ha de comenzar
en la cual no hay otra posibilidad
que triunfe el amar.
El amor ha de reinar en el mundo,
no el egoísmo como es en la actualidad.
¿Acaso no fueron los pasos fecundos
los que Cristo os pudo enseñar?
¡Recordad su ejemplo!
¡Recordad su palabra sin igual!
¡Recordad sus pasos en los que nada quería
para su propia persona llevar!
¡Todo lo entregaba
constantemente a los demás,
y de Él, jamás se preocupaba,
sino que sólo quería dar y dar una vez más.
Él, que todo lo tenía,
nada quiso para sí,
y vosotros hermanos que nada tenéis,
todo lo queréis a la vez tener.
¡Oh hermanos míos, hijos todos de Dios!
¿Cuándo vais a comprender
esta verdad suprema
de que Dios os creó?
¿Cuándo vais a comprender
que el alma es eterna,
que no tiene caducidad,
que es vida eterna que El Padre os da?
¡Hermanos míos, venid pues al encuentro
de su soberana voluntad,
porque Cristo viene en vuestra búsqueda
para daros la última oportunidad!
No quiere que ninguna oveja se pierda
sino que lleguen todas a su voluntad
y encuentren la melodía preciosa
que en sus propios corazones pueden llevar.
Hermanos míos, hijos de Dios,
abrid vuestros corazones en estos instantes
en que se vierte sobre vosotros el amor
y se os dice con esa melodía susurrante:
“¡Hágase en vosotros la voluntad de Dios!
¡Ilumínense vuestras mentes!
¡Ábranse vuestros corazones
y entréguense al amor de Dios,
porque esas serán las únicas razones
que conseguirán para vosotros la salvación!”
Luz, Amor eterno como eterno es Dios,
que vive en vosotros y no os disteis cuenta
que teníais al lado mismo
la grandeza de Su Amor.
¡Dejad a un lado toda vileza
de este mundo de alrededor
y buscad, buscad esa pureza
que lleváis dentro en el nombre de Cristo,
nuestro Gran Pastor!
Hágase la luz en vosotros
y del Padre su completa voluntad
para que todo sea precioso
en la transformación de vuestra interioridad.
Luz, Amor y Vida
para este mundo terrenal,
que siga el camino de vida
que Cristo le puede mostrar.
¡Adelante, adelante a caminar!