La tormenta vino,
y abrió senderos que permanecían ocultos tras el follaje.
Una gran tormenta de aguas
se desbordó por todo lugar
y allí, donde parecía no haber nada…
se descubrió un paisaje genial.
Todo fue oscuro hasta ese momento.
Todo fue soledad.
Todo fue una ilusión imprecisa
que se mostró con gran solemnidad.
Eran imágenes indefinidas,
pero de un resultado espectacular,
pues todo aquel que las miraba,
deslumbrado pudo quedar.
Y mientras tanto,
un latente llanto en soledad…
Lágrimas y lágrimas derramándose,
a destiempo y sin sentido,
cómplices de aquella imagen del mundo;
de aquella apariencia imprecisa;
de aquella figura sin contenido
que más tarde o más temprano acabaría derrumbándose,
como si de un castillo de naipes se tratara,
como la imagen de una nube frente al viento de la tarde…
Tormentas llegaron a visitar toda casa;
hogares removidos por el viento;
arrasados por la tormenta,
implacable, certera en su objetivo,
grandiosa en su cometido.
Gritos, lamentos…
ahora con contenido,
sabedores del por qué,
de su sentido.
Y al final… una luz, un amanecer,
para algunos tardío…
Para los más,
el amanecer tan sentido, anhelado y querido.
Abro las puertas y ventanas de mi hogar,
para que entre el Sol radiante sin principio ni final;
para que tome posesión de este lar
y sea uno sólo por toda eternidad.
Canto una melodía
que viene de no sé qué recóndito lugar.
Suenan los ancestros
de una memoria singular…
No tiene un origen,
siento que siempre ahí pudo estar
y me deleito en la melodía,
que es ambrosía
para mi espíritu inmortal.
Vuelo en el infinito y fluyo
… no sé más.
Las palabras dejan paso al silencio
en el que todo en el Cosmos puede danzar.