El miedoso Pajarillo 


              De cinco huevos moteados, muy juntitos en un nido mullido, nacieron cinco pajarillos. El padre y la madre alimentaron de día y de noche a las crías flacuchas para que se convirtieran en hermosas bolitas de plumas muy redonditas. Los pajaritos crecieron y al cabo de algún tiempo no hubo espacio suficiente en el nido.

 

             - En cuanto vuestras alas estén un poco más fuertes -les dijo la madre-, aprenderéis a volar. Vuestro padre y yo estamos cansados de volar de acá para allá para traeros la comida. Tendréis que arreglároslas solos.


Un día, les dijo a sus pequeños que ya tenían todas sus plumas, así es que se tenían que preparar para echar a volar. Cuatro de ellos, volaron hasta una rama baja del mismo árbol, luego volvieron hasta el nido; bajaron de nuevo revoloteando y así sucesivamente, pero el menor cerraba los ojos para no mirar el terrible vacío debajo de él. ¡Temblaba de miedo!.

 

              Su madre intentó convencerle y su padre le regañó pero todo fue inútil. Una vocecita de pájaro ahí arriba no paraba de decir: “Tengo miedo”, “Tengo mucho miedo”… y las alas del pequeño no se movían ni lo más mínimo.

 

              Pasaban los días y los hermanos del pequeño ya sabían alimentarse solos, pero él permanecía sentado en el nido aterrorizado, sin atreverse ni a mirar hacia abajo. Entonces su padre tuvo una gran idea:

            - La única solución para que el pequeño pierda su miedo a volar… es encontrar algo que aún le asuste más.

 

             Se estaba preguntando cómo hacerlo cuando vio que un gato trepaba al árbol. El gato había oído decir que allí había un pajarillo bien alimentado que desde hacía algún tiempo no se movía del nido y pensó que sería facilísimo cogerlo.

 

          Pero el pajarillo, al ver los dientes del gato tan puntiagudos, sus largas zarpas y su ojos amarillos… se asustó tanto que subió al borde del nido y se dejó caer. Antes de haber entendido lo que pasaba… ¡Volaba!... ¡No sólo se libró de las zarpas del gato, sino que también descubrió el placer de volar!

 

            - ¡Qué tonto he sido! - se dijo, yendo de una rama a otra con tanta ligereza como sus hermanos.

            - ¡Estoy mucho más a gusto aquí… que encerrado en mi nido!