- ¡Soy un pescador de primera! -eso piensa él para sus adentros.
Cuando llega al río, se dispone a instalarse a sus anchas buscando el lugar más fresco y favorable. Prepara su aparejo de pesca y echa el anzuelo al agua; en este lugar suelen abundar los peces.
Un simpático gorrión llega y se pone muy cerca de él; también trae su propio aparejo de pesca. El Oso, al ver a su pequeño competidor, empieza a reírse con todas sus ganas.
- ¡Ja, ja, ja! ¡No pretenderás pescar más peces que yo, infeliz gorrión! -dice el Oso entre grandes risas y burlas-.
El gorrión nada dice y se concentra en sus tareas. El Oso, viendo que no puede asustarle, decide hacer gestos feroces y espantosos ante la total indiferencia del gorrión, quien sigue con mucha aplicación los vaivenes de la corriente.
De tanto moverse, el Oso termina enredándose en el hilo de su propia caña. Tiene que pedir ayuda al gorrión, quien sonriendo noblemente, le libra del hilo y le presta su ayuda.
El gorrión se encontró feliz por la ayuda que prestó al Oso y porque pescó una hermosa trucha que era la envidia del Oso. ¡Qué humillación para el Oso verse pescado por su propia caña y además, superado por su pequeño rival!
El orgullo puede cegarnos y hacernos cometer errores absurdos. ¡Tenerlo presente amigos!
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