Un día nuevo amaneció. La luz del Sol a todos los rincones pudo llegar; el aire se filtraba como una brisa, acariciaba a los árboles, acariciaba a las rocas, a las flores, a todos los animalillos… y esa brisa a todo el bosque iba despertando.
Los pajarillos comenzaron a cantar, las flores abrieron sus pétalos, algunos animalillos salieron de sus madrigueras. Por todos los lados había una gran actividad. Todos los días eran allí maravillosos y se respiraba una gran paz.
Cierto día, un joven pasó por allí, dispuesto a dar un gran paseo. Quería recorrer el bosque porque estaba muy interesado en todo lo relacionado con la naturaleza. Él vivía en la ciudad y… ¡Qué diferente era una clase de vida, de otra! Comenzó a andar observándolo todo y no pudo por menos que pararse a contemplar a una bella flor en el campo. Era una flor preciosa, nunca antes la había podido observar, su colorido era de lo más original. Esos colores jamás los había visto, por lo que se agachó. Ya estaba a punto de arrancarla cuando un perfume le llegó:
.- ¡Oh! ¡Qué perfume más agradable! No sabría decir pero yo creo que nunca lo había sentido. No cabe duda que es de esta maravillosa flor. ¡Qué bien huele!
Ya iba a arrancarla cuando le entró un gran sopor y dormido se quedó. Al dormirse, pudo ver cómo esta flor le hablaba:
- Yo, con mi perfume te he dormido -le dijo la flor- quiero hacerte comprender muchas cosas.
La flor siguió hablándole:
- Yo estoy aquí porque tengo una misión que cumplir, debo extender mis pétalos lo más posible para que quien me vea piense que soy bella, pero no para halagarme a mí, sino para que piense e mi Creador, que bella me hizo. Debo esparcir mis perfumes para ambientar cada rincón y quien llegue a olerme piense también en mi Creador. Esa es mi misión y debo cumplirla muy bien porque yo quiero mucho a mi Padre Creador. No podía permitir que nadie me arrancara porque yo soy una flor especial.
El joven despertó y ese perfume todavía sentía. Miró al cielo y le vio de un azul intenso. Fue como si realmente hubiera estado dormido toda su vida hasta ese momento. Su mente pareció abrirse y comprendió muchas cosas. Comprendió que toda la naturaleza era un regalo de Dios, el cual había que respetar porque era el mejor regalo que nadie podría nunca dar.
Observó las flores y pensó:
.- ¡Qué bonitas son!, nunca más arrancaré una porque tienen una gran misión.
A los animalillos también les pudo ver contentos, era precioso ver a las mariposas que volaban felices y sus alas abrían.
.- Todo lo que hay de natural en la Tierra es un regalo de Dios -se dijo- ¿Cómo estamos tan ciegos los hombres que lo estamos destruyendo?, un regalo así hay que cuidarlo.
Desde este día, el joven cambió, volvió a la ciudad y pensó mucho, mucho en El Creador.