Un Camello muy Razonable
Erase una vez un camello que esperaba impaciente a que su amo terminase de cargarlo. Ponía en sus
lomos un saco, dos, tres, cuatro…
-¿Cuándo terminará? -se decía el camello para sí-.
Al fin, el hombre chasqueó la lengua y el camello se alzó, pero no dio ni un paso por más que su
dueño le tirase de las riendas.
-¡Ya comprendo! -dijo el hombre-, y dando un suspiro, le quitó dos sacos de encima.
-Ahora el peso me parece justo -se dijo el camello, poniéndose en marcha.
Caminaron todo el día y el camellero pensó que aquella noche podrían llegar al pueblo, pero al
oscurecer, el animal se tumbó.
-¡Vamos, haz un esfuerzo, unas leguas más!
El camello estaba pensando que por aquel día, sus patas ya habían caminado bastante, y su dueño se
vio obligado a quitarle la carga y acampar toda la noche en el desierto, pero aprendió la lección de no exigir de los animales más de lo que pueden dar de sí.