Un Feliz Cumpleaños


Se aproximaba el otoño y en esta época el niño de este cuento vivía muy ilusionado, puesto que había comenzado el colegio y había podido reunirse de nuevo con sus amigos con los que tanto se divertía, jugaba con ellos en los recreos y, a veces, también al terminar las clases. Además, en otoño era su cumpleaños y esperaba con impaciencia ese día porque en su casa le hacían una fiesta, solía recibir regalos y sus amigos irían a felicitarle. Iba contando los días que faltaban:

.- Faltan diez días para mi cumpleaños, faltan nueve…-y así todos los días- ya faltan tres, dos…¡Mañana es mi cumpleaños! ¡Qué ilusión!

Y, efectivamente, amanecía el día tan esperado, pero al despertar este niño, sintió que no se encontraba bien, tenía fiebre, le dolía la cabeza. Intentó levantarse y se mareaba. Sus papás, preocupados, llamaron al médico:

- El niño debe guardar cama -dijo el doctor-.

El niño se puso triste porque no podría invitar a sus amigos y tampoco podría jugar con ellos ni con sus hermanos, aunque como sus dos hermanos le querían mucho, le hicieron compañía.

Tenía que estar en cama y con calor, entonces le entró mucho sueño y rápidamente se quedó dormido. Estuvo dormido casi todo el día y ¿Sabéis lo que pasó?, pues que este niño tuvo un gran sueño. Soñó que volaba como si fuera un pájaro, cada vez estaba más arriba, veía un cielo muy azul al que iba llegando poco a poco; ya estaba cerca de las nubes y las podía tocar.

Hacía un día estupendo, ¡Qué bien lo pasaba volando de esa forma que le rodeaba! ¡qué maravillas!, ¡cuántas cosas bonitas había allí!, nunca había visto esos paisajes y miraba todo con gran admiración.

Si miraba hacia arriba, veía unos colores que no eran ni el rojo, ni el verde, ni el azul…, no sabría decir qué colores eran, nunca antes los había visto pero eran muy bonitos:

.- ¡Cuánto me gustan! -decía-. Si los tuviera entre mis lápices de colores ¡Qué dibujos más bonitos haría!

Miraba hacia todas partes y todo era maravilloso.

También escuchaba unos sonidos que parecían pajarillos cantando, pero nunca antes los había escuchado así, formaban verdaderas melodías que ni los grandes músicos de la Tierra habían podido componer jamás.

El niño no salía de su asombro, no llegaba a comprender exactamente dónde se encontraba; lo único que sabía era que todo le gustaba mucho. De repente, a lo lejos, vio un niño chiquitín que parecía estar muy alegre, este niño chiquitín se iba acercando a él:

- ¡Hola! Te estaba esperando -le dijo-.

El niño se quedó paralizado, era increíble cómo aquel niño se le parecía, tenía sus mismos ojos, su nariz, su boca, su color de pelo. Cuando ya estaba cerca observó que la estatura también era la misma:

.- Parece mi imagen reflejada en un espejo -pensó el niño-.

- ¡Muchas felicidades!, sé que hoy es tu cumpleaños y me alegra que hayas venido porque yo haré que este día sea inolvidable, ¡Ya verás qué bien lo vamos a pasar!, jugaremos y nos divertiremos. ¡Ah!, mi nombre es Álvaro.

.- Pero, yo también me llamo así -dijo el niño-, y pensó: ¡Qué casualidad! Se llama igual que yo.

- Ven conmigo, yo vivo aquí y te voy a enseñar todo esto.

El niño que estaba deseando conocer aquello, le siguió encantado. Se hicieron muy buenos amigos, iban de un lado a otro volando, vieron a otros niños que de lejos parecían niños chiquitines pero, al acercarse a ellos, todos eran de la misma edad, igual que él. Se pararon a jugar con ellos, ¡Cómo reían todos!, ¡qué inmensa felicidad! Le enseñaron unos juegos muy divertidos a los que nunca el niño había jugado, pero con los que se divirtió enormemente.

.- ¡Qué bien se está en este lugar!, ¡qué divertido es todo! -pensaba-.

Así pasó todo el día viendo cosas bonitas, riendo como nunca lo había hecho.

Pero el día se iba acabando y el niño debía volver a su hogar, así que empezó a despedirse de todo lo que había visto y de todos sus amigos, en especial de Álvaro, que tanto se parecía a él. Los dos se abrazaron:

- Ahora debes volver a tu casa, pero no olvides que yo vivo aquí y que te estoy esperando. Algún día volveremos a vernos -le dijo-.

.- Lo he pasado muy bien, nunca olvidaré que te he conocido. Gracias por este día.

Y el niño comenzó otra vez a volar, ahora bajaba, descendía para volver a la Tierra.

En la casa del niño estaban un poco preocupados porque llevaba mucho tiempo dormido y se creían que era a consecuencia de la fiebre. Sus hermanos estaban en la habitación cuando Álvaro se despertó, se sentó en la cama y ya no le dolía la garganta, no tenía fiebre, se encontraba totalmente recuperado. Miró a sus hermanos y acordándose de su sueño les dijo:

.- ¡Este ha sido el mejor cumpleaños que he tenido!

Y entusiasmado, empezó a contarles el sueño.

¡Esperando que te haya gustado, este cuento se ha acabado!