En el mundo que hoy habitamos, es muy rara la verdadera amistad; el amor entre las personas.
El interés y el dinero gobiernan nuestras vidas y pronto nos olvidamos que la verdadera felicidad está en el amor desinteresado que profesamos a los demás.
Nuestro pequeño cuento se refiere a dos verdaderos amigos; todo lo que le pertenecía a uno pertenecía al otro, y así vivían contentos y felices con una buena armonía.
Una noche en que ambos estaban durmiendo en su lecho, uno de los amigos se despertó asustado, sobresaltado, y saltando de la cama se vistió a toda prisa y salió corriendo en dirección a casa de su amigo. Al llegar, llamó a la puerta metiendo mucho ruido, despertando a toda la casa. Le abrieron sobresaltados y entró en la habitación de su amigo que al verle le dijo:
- ¡Amigo, no eres hombre que acostumbre a correr a estas horas de la noche sin motivo alguno! ¿Qué te ocurre? Si has venido a mi casa es porque tendrás un motivo grave. Si necesitas dinero… toma cuanto necesites, aquí tienes mi bolsa; sabes que lo que yo tengo es también tuyo; y si has tenido alguna reyerta y has venido a buscar mi ayuda… sabes que estoy de tu parte para defenderte en todo.
Pero el amigo que había llegado, le dijo:
- Te agradezco tus ofertas, pero no he venido para nada de lo que tú supones. Verás: estaba dormido con tranquilidad, cuando he soñado que estabas intranquilo, triste; que la congoja te dominaba y pedías ayuda y socorro y que me necesitabas cerca de ti. Esta pesadilla me ha trastornado y por eso he venido y he puesto la casa en revuelo; ¡No sabía si verdaderamente te hallabas bien… y he necesitado venir a comprobarlo por mí mismo!
Así es como obra un verdadero amigo. No espera a que lo necesiten, sino que en cuanto supone que algo le pasa a su compañero, corre a ver si necesita su ayuda.
La amistad es eso: buscar las necesidades y temores de otro para poder solucionarlas. Un sueño, un temor, un pensamiento… hacen que el que los sufre, se sienta preocupado por la persona a la que quiere de verdad.